La familia es “un largo río” que lleva su caudal de disputas, de mezquindades fraternales, de reivindicaciones y de crisis de celos. Los padres no son mas que dos para establecer normas estrictas y “calmar el fuego” frente a los desenfrenos de los hermanos. Sin reglas impuestas no puede funcionar la familia. Las reglas tienen la virtud de enseñar a los niños a respetarse mutuamente y por tanto a respetarse a sí mismos.

Los padres se suelen equivocar, probablemente cometan injusticias hacia uno u otro hijo. El objetivo no es alcanzar la perfección si no disponer del mayor tiempo posible para sus hijos y escucharlos. Se trata de acompañar a los niños, de educarles y de transmitirles unos valores. Es en el curso de esta franja de edad (6-12 años) cuando debe realizarse lo esencial de esta transmisión, por que después, en la adolescencia, la tarea es mucho más ardua.

Unas palabras de consuelo: las frecuentes disputas y rivalidades fraternales suelen ser signo de buena vitalidad en la familia, por que cuando todo va mal (enfermedades, divorcio), los niños “aprietan los puños” y no tienen valor para guerrear.

El desorden

Desde los 6 años un niño sabe definitivamente clasificar, ordenar, colocar: ha aprendido donde están los objetos familiares (manteles, servilletas, panera, lavadora) y comprende órdenes. Entonces ¿Por qué hay ciertos niños que son más renuentes que otros al orden?

Pude ser una cuestión de personalidad; hay niños que desde muy pequeños ordenan su mochila y guardan sus juguetes, mientras que otros esparcen todo a su paso.

Sin embargo, hacia los 8 años, el niño es muy poco organizado, no controla todavía, como el adulto un pensamiento lógico y racional, en esta etapa al niño le encanta amontonar juguetes de todo tipo, para utilizarlos en juegos en los que no hay que interferir bajo ningún concepto.

Después entre los 10 y los 12 años, las cosas evolucionan: su habitación se transforma progresivamente. Pega pósters de dudoso gusto y exhibe los objetos más “in” o inútiles. Quiere que se le respete su territorio.

¿Qué se puede hacer?

Es importante que los niños cooperen en las actividades del hogar, considerando su edad, por ejemplo: poner la mesa o quitarla, comprar el pan o hacer algunos mandados, bajar la basura, llevar los trastes al fregadero, son tareas sencillas que se les pueden confiar a los niños mayores, para responsabilizarlos

Los más pequeños tendrán misiones más fáciles: llevar el pan a la mesa, terminar de poner la mesa, ordenar su habitación, etc.

En su habitación, donde el niño se encuentra en su territorio hay que tolerar un poco de desorden. Si quiere cambiar el lugar de los objetos que le pertenecen o conservar sus viejas revistas o las piedras que recogen en sus paseos, habrá que ser tolerantes.

No hay que ceder con demasiada frecuencia a la tentación de recoger uno mismo la cartera o la taza que el niño ha dejado por ahí por que no es en absoluto educativo. Es mucho mejor repetir cien veces lo mismo, pues de esta forma el niño acabara por comprender que tiene que hacerlo

Hay que nombrar un encargado “del pan”, de llevar los trastes al fregadero y no hay que hacer ninguna distinción entre niñas y niños en las actividades asignadas, más bien es importante considerar la edad , las tareas conciernen a todos.

Cosas que deben evitarse

Los padres son los que deben determinar que incumbe a cada niño, y no los niños, hay que procurar ser equitativos y no dar demasiadas responsabilidades prematuras con frecuencia a los mayores o escasas con frecuencia a los pequeños o hijos únicos

 

¿Hay que dar a todos lo mismo?

Conforme los niños crecen, las fricciones entre hermanos cambian de tono. Los niños se pelean menos por un aspecto material que por cuestiones de autonomía. Reclaman ahora el derecho de acostarse tarde o de obtener más dinero, entre otras cosas.

En estos casos hay que considerar las potencialidades de cada uno. Los mayores son más maduros y más responsables y pueden por tanto pretender un poco de libertad. Deben contar más con sus padres para preservar su estatus de primogénitos sin que haya que renegociar cada vez, por que los más pequeños no aceptan esta regla, respetando ese principio habrá menos fricciones día a día. En cuanto a los pequeños, se les deberá tener más paciencia, tendrán los mismos derechos que los mayores en cuanto tengan sus años, pero por el momento no los tienen; mientras esperan, pueden encontrar refugio en sus padres.

¿Qué se puede hacer?

Para enfrentarse mejor a algunas cuestiones delicadas:

Los regalos: Cuando se trata de un regalo costoso, pueden regalar sin culparse por ejemplo una computadora a uno y esperar al año siguiente para regalar al otro un estéreo o unos patines

El dinero: Como los hermanos tienen edades distintas, también hay que marcar aquí la diferencia. El mayor debe naturalmente obtener más que el mediano y este a su vez más que el pequeño.

Salidas: El grado de libertad acordado con el mayor, al igual que los lugares frecuentados y los horarios de salidas estarán en función de su grado de responsabilidad y de autonomía.

La hora de acostarse: Cuanto mas se tienen, menos necesidad se tiene de dormir, así se le puede explicar al niño que desea crecer tanto como su hermano mayor.

Cosas que deben evitarse

No hay que sentirse culpable si se le niega a un hijo lo que se le ha dado al otro. Si los niños se convencen de que les llegara el turno y de que no se trata de una preferencia permanente, podrán admitir los argumentos económicos o educativos de sus padres cuando llegue el momento.

¿Es conveniente intervenir en sus disputas?

 

En presencia de las irritantes peleas de los niños los padres temen que una actitud pasiva se cobre un precio elevado en la edad adulta y que esa situación aleje poco a poco a los hermanos.

Sin embargo, todo lo que no se dice y la cólera no expresada tienen mucho mas peligro que las peleas y las explicaciones por muy aparatosas que sean. La agresividad, los celos, la envidia y las separaciones son actitudes naturales entre los niños, no perjudican en nada las relaciones futuras.

¿Qué se puede hacer?

En caso de un conflicto pequeño

Dejar que lleguen a un acuerdo entre ellos, amigablemente y sin intervenir; pues si no los padres serán percibidos siempre como seres indispensables. Enseñarles a resolver sus asuntos sin la ayuda de un tercero es una buena escuela para la vida.

En caso de disputa potencialmente peligrosa

Si el conflicto se vuelve física o verbalmente inaceptable hay que intervenir sin demora y separarlos. ¿Por qué están discutiendo?, ¿Por qué se han dejado llevar por su cólera y su agresividad? Pero inmediatamente después hay que repetirles que hay otros medios de expresarse, como las palabras. Los niños más astutos o agresivos, deben poner fin a la disputa, si no serán castigados retirándoles algún privilegio como no ver su programa favorito, no salir a jugar esa tarde, entre otros.

Cosas que deben evitarse

Hay que evitar todo juicio definitivo del tipo “Eres insoportable”. Una actitud mas abierta y menos culpabilizante por parte de los padres estimula al niño a modificar su comportamiento y a posponer en aplicación sus consejos: aprenderá a pedir un favor sin dar ordenes: o a tener paciencia sin querer todo en ese mismo momento.

Las comparaciones no hacen mas que complicar las rivalidades: “si fueras tan cariñosa como tu hermano…” en lugar de fomentar la competencia entre los hermanos con esas eternas comparaciones, es mejor estimular la solidaridad y las cualidades de cada uno.

 

Papá y Mamá se pelean

Una crisis ya sea explosiva o silenciosa entre los padres, no escapa jamás, por ese motivo es inútil negar un desacuerdo. Cuando el niño nota una ruptura en el equilibrio familiar y ve que no se le dice nada, se inventa unos escenarios o reacciona de una determinada forma si los conflictos se repiten. Entonces se siente desanimado, hasta inhibido o depresivo. Las malas notas en clases se desencadenan, igual que las dificultades de concentración, la falta de vitalidad, la ausencia de espíritu de iniciativa y los problemas de sueño.

 

¿Qué se puede hacer?

 

Primera situación: Si los padres sienten que la disputa es inminente, es mejor aprender a cerrar las puertas y a tranquilizar al niño con una pequeña frase “No te preocupes si nos oyes discutir, necesitamos explicarnos”. De esta forma el niño esta mas cómodo y deja el camino libre par la discusión. Hay que explicarle que ocurra lo que ocurra no debe preocuparse, ambos son sus padres y lo quieren mucho y él niño no tiene que ver con sus diferencias de opinión. Si plantea algunas preguntas después de la contienda, hay que decirle que todas las parejas que se quieren a veces necesitan decirse lo que piensan francamente.

 

Segunda situación: Es preciso tener una conversación con el niño para mantenerle informado del futuro de la pareja. Se le puede hablar simplemente de manera sincera, explicando las verdaderas dificultades: “Papa y yo cada vez nos entendemos peor, ya te habrás dado cuenta. No te vamos a ocultar que estamos preocupados y que no sabemos como va a terminar esto. Pero te aseguro que tú no tienes nada que ver, que pase lo que pase te querremos siempre”.

 

Tercera situación: No se trata ya de asegurar al niño que todo esta bien sobre la situación de la pareja, sino de asegurarle su futuro. La vida continuara pero de forma diferente. Cada uno debe expresar su punto de vista para que no quede ningún tema sin hablar o algún secreto demasiado pesado de soportar, pero debe cuidarse el no involucrar al niño en la problemática de la pareja. “Ya has podido adivinar que papá y yo ya no nos entendemos y que nos vamos a separar. Es mucho mejor así. Todos tendremos mucha pena al comienzo, pero pensamos que es mucho mejor una separación que una familia infeliz”.

Cosas que deben evitarse

Decir demasiado: Después de una pelea, muchos padres, por cansancio, soledad o desesperación tienden a confiar sus estados de ánimo a su hijo; inconscientemente, le están pidiendo que elija y que tome partido. Deberían ahorrarle este deseo de perjudicar y de odiar al otro cónyuge.

Decir demasiado poco: Ciertos padres niegan la evidencia, incluso al borde de la ruptura y esconden sus problemas a sus hijos. Es mejor expresar los problemas que seguir desviando el tema. Esto no quiere decir que haya que asociar a los niños a las peleas, sino explicarles, cuando llegue el momento, los problemas sin pedirle que apoye a uno de los padres. Pues el niño quiere por igual a mamá y papá y requiere de los dos para su desarrollo emocional.

 

 

 

 

 

 

Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza

Carrera de Psicología

Psicología Educativa 4° Semestre

 

Psicólogos:

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Asesora:

Maestra: Gloria Moreno Baena

 

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